Las vías de administración de drogas y sus consecuencias

Las drogas, los alimentos, y en general, todas las sustancias que entran en contacto con las personas tienen un efecto u otro en el organismo. En función de cómo se gestione su consumo las consecuencias pueden ser mayores o menores llegando a provocar cambios significativos tanto en el cuerpo como en la mente. Por ello, cuando un individuo se encuentra bajo una adicción, debe tener siempre en cuenta las vías de administración de drogas para evitar al máximo el nivel de riesgo probable.

Cuando una persona consume droga el efecto que le produce es único, ya que no es el mismo que pueda sentir como en la primera vez, o el que sienten el resto de personas. Las consecuencias de los estupefacientes dependen tanto del momento de consumo como de varias características asociadas a su organismo. Por ejemplo, la tolerancia, el estado de ánimo, la frecuencia de toma, la cantidad de la dosis, su estado de salud, e incluso la vía de administración. Es muy importante prestar atención a estos detalles, porque su resultado determina la experiencia de consumo de una sustancia. Así entonces, puede derivar en consecuencias menores o en un caso de sobredosis.

Comprender cómo se toma la cocaína, la marihuana o cualquier otra droga también ayuda a reducir el nivel de riesgo. Cada método de administración tiene sus rasgos y sus consecuencias. Con lo que resulta de gran utilidad su conocimiento para evitar casos en que el peligro sea muy elevado, padecer enfermedades y efectos secundarios, e incluso una adicción que acabe saliendo mal.

Qué vías de administración de drogas existen

Según la naturaleza de la sustancia y las herramientas empleadas se distingue:

Inyección de droga en vena

Se trata de la forma de colocarse más peligrosa de todas, ya que conlleva una gran cantidad de consecuencias derivadas, así como la muerte por sobredosis. A través de una jeringa con una aguja, la persona se inyecta la sustancia en cuestión dentro de su organismo. Para ello, debe agujerear la piel rompiendo su capa protectora ante los fenómenos externos, como los patógenos, los virus y las infecciones.

Es importante que para reducir al máximo el riesgo de la vía de administración se realice siempre con un equipo esterilizado con alcohol. De otro modo, cualquier elemento ajeno al organismo puede entrar en contacto con el sistema circulatorio creando graves infecciones. Cuando una persona se droga mediante este método, puede utilizar distintas herramientas para canalizar el estupefaciente a una región concreta del cuerpo. En función de los tejidos donde impacta la dosis, se destacan varios métodos de administración:

  • Subcutánea, cuando incide a nivel superficial debajo de la piel
  • Intramuscular, cuando accede al interior de los músculos
  • Intravenosa, cuando se inyecta directamente en las venas

Inhalación de droga

De entre las vías de administración de drogas más conocidas, este método consiste en aspirar o esnifar droga por la nariz para que acceda rápidamente al torrente sanguíneo. Se usa a menudo entre las personas drogodependientes porque el contacto con las membranas mucosas facilita que el efecto se produzca antes que mediante otras formas de administración.

Representa un riesgo menor frente al consumo por inyección, aunque también genera más probabilidades de volverse adicto. Por ello, se convierte en la forma de consumo preferida para los que prefieren las drogas estimulantes, como la cocaína o la heroína. Al abusar de las drogas que se inhalan, la persona acaba creando microlasceraciones dentro de su nariz que le exponen ante los patógenos externos.

En ocasiones también se utilizan utensilios para tomar las dosis, hecho que presenta un riesgo enorme cuando se comparten con otros individuos.

Droga fumada

El consumo de sustancias en forma de tabaco implica la ingesta de residuos, toxinas y calor liberados a través de la combustión, lo que conlleva un riesgo a tener en cuenta. Para minimizarlos se acostumbra a utilizar una serie de artilugios, como los vaporizadores. Éstos pueden calentar la droga sin necesidad de aspirar el calor directo. Lo que se acaba ingiriendo es el vapor libre de residuos tóxicos que se desprende.

Aunque se trata de una de las vía de administración de drogas más lenta, en función de la dosis y el tipo de sustancia el efecto puede ser considerablemente intenso.

Ingerir droga

Tomarla directamente por la boca es la forma de consumo de sustancias más lenta. Para que una persona sienta los efectos del narcótico debe esperar a que éste pase por el proceso de digestión en el estómago y sea asimilado por el organismo. A menudo, para acelerar el proceso se toman dos o más dosis pensando que los efectos llegaran antes. Sin embargo, este hecho sólo provoca que en cuanto la droga sea procesada, existe más probabilidad de sufrir una sobredosis.

Droga transdérmica

El consumo transdérmico es el que utiliza una sustancia para ser absorbida a través del contacto con la piel. Es el caso de drogas como el LSD y los tratamientos hormonales, que aprovechan su permeabilidad al ser aplicados directamente sobre ella.

Vía rectal o vaginal

Esta vía de administración de droga aprovecha los vasos sanguíneos y las membranas de las partes más íntimas para que la sustancia se absorba lentamente. Tarda aproximadamente una hora en hacer efecto, y al no existir jugos gástricos, el elemento no se acaba descomponiendo. En consecuencia, el efecto del tóxico acaba siendo muy elevado. Los daños colaterales asociados a esta forma de consumo son principalmente irritaciones e infecciones en las zonas urinarias y fecales.

Droga sublingual

La toma sublingual aprovecha la humedad de la zona bucal para dejar que la sustancia se absorba poco a poco. Se coloca habitualmente debajo de la lengua y el tóxico llega hasta el torrente sanguíneo. Es un método muy usado tanto por fármacos como para drogas como la hoja de coca y el tabaco mascado.

Existen otras formas de tomar droga, aunque son menos conocidas, y hay que tener en cuenta que cada una de ellas conlleva consecuencias muy graves para la salud. Desde volverse adicto a una sustancia, hasta padecer sobredosis y sufrir enfermedades crónicas.

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